martes, 22 de febrero de 2022

PRÁCTICAS DE VISITAR A LOS ENFERMOS y ayudar a bien morir.


 



PRÁCTICA SEGUNDA

 

 

De cómo y cuándo ha de aguardar el ministro de

Dios a ser llamado para asistir a las moribundos;

y cuándo debe acudir sin ser llamado.



   Si el sacerdote, a quien pertenece por su oficio (solo mirado como sacerdote) emplearse en obras piadosas, fuere párroco o cura de almas, debe visitar los enfermos de su feligresía, aunque alguno de ellos no sea conocido suyo, porque para ese cuidado le ha entregado Dios su rebaño; y si no ve al enfermo, avise a la gente de su familia de que está pronto para acudir en lo que se ofrezca conducente al bien de aquella alma, y siempre los amoneste a que le llamen con tiempo, porque suele haber mucha negligencia en los criados, y aun en las personas de mayor cariño, no atendiendo a que depende una salvación eterna tal vez de un instante antes, en que se podía disponer a morir bien, juzgando que es asustar al enfermo lo que solo es librarle del grande ahogo que causa el gusano roedor de la conciencia. Debe pues el cura no descuidarse por sí, en cuanto le sea posible, o por su teniente, velando de manera, que al tiempo de la cuenta estrecha que Dios le ha de pedir, pueda decir seguro: Dómine, quos dedisti mihi, non pérdidi ex eis quemquám. (Juan 18,9). “Señor, los que me has dado, no he perdido ninguno de ellos”, aunque muchas (no lo permita el Señor) se pierdan; porque no será haberla perdido el pastor vigilante, por cuyo desvelo estuvo lejos de perderse. Y no siendo párroco el sacerdote, pero sí conocido o amigo del enfermo, tampoco tendrá razón para aguardar a que le llamen, siendo la más sólida fineza de la perfecta amistad el darle los últimos desengaños y mejores consuelos, y solicitarle eterna gloria, por cuyo fin se acreditará más fiel amigo, si estima más el conseguirle, que su propia vida. Majórem dilectiónem nemo habet, ut ánimam suam ponat quis pro amícis suis. (Juan 15,13). “Mayor amor no tiene nadie que ponga su vida por sus amigos”.

 



 

   Pero si no fuere el propio pastor, ni conocido del enfermo, indiscreción será muchas veces el introducirse sin ser llamado; y de ordinario se experimenta, que en lugar de hacer el fruto que se pretende, aborrecen los de la familia y los mismos enfermos al que así, sin razón alguna (de las que después diremos) se adelanta con inconsiderado celo; y de ordinario se sigue el ser rechazados con desdoro suyo y de nuestro estado.

 

 

   Una de las razones que puede haber para introducirse al enfermo sin ser llamado cualquier sacerdote, es el hallarse el enfermo en grave peligro de muerte próxima, que sin duda en tal caso será bien recibido, y más si es necesario oírlo de penitencia. También si el que se halla agravado, es prelado, príncipe o persona pública, cuyas puertas en semejantes casos suelen estar patentes a todas las personas religiosas, más les culparán el no haber acudido, que el haberse convidado sin ser llamados. También si el enfermo fuere muy pobre y desvalido, será muy acertado el acudir sin ser llamados los sacerdotes a quienes por oficio no pertenece (que de los otros se supone la precisa obligación), porque suele suceder que los pobres no se atreven a llamar a nadie, por no ser molestos, y porque saben (¡oh lamentable desdicha!), que suelen ir de muy mala gana a sus casas, estando las de los poderosos llenas de eclesiásticos, que a porfía pretende cada uno asistir más y ser el primero. ¡Oh santo Dios, y qué género de retiro tan peligroso en los que huyen del desvalido, como si las almas de los pobrecitos no estuviesen redimidas con la sangre preciosísima de Cristo nuestro bien, o como si su divina Majestad fuese aceptador de personas!, Non est personárum acéptor Deus. No hay acepción de personas.

 



 

   Y para ejercitarse el ministro de Dios en está admirable obra de piedad con mayor y más seguro fruto, será muy útil llevar consigo este libro, asi para la administración de los santos sacramentos, como para algunos casos que le pueden ocurrir, y también para las protestas de la fe, la recomendación del alma y otras oraciones devotas que se deben rezar por los enfermos cuando hay tiempo para todo; o si no llevare este libro podrá escoger otro devoto y del caso, o el breviario romano, que sin armas algunas, mal soldado hará, si no es que en repentino caso no se pueda prevenir. Podrá preguntar a los circunstantes que conocían al enfermo, su estado y algo de sus costumbres y modo de vida, con sagacidad, para prevenir las tentaciones y engaños de satanás, que a la hora de la muerte suele dar batería con las cosas a que se inclinó en la vida. Y también podrá con el mismo santo artificio saber si tiene algún rencor o enemistad, para componerlo con tiempo todo; de suerte, que no quede cosa que pueda desagradar a los ojos divinos; y, sobre todo, el mismo sacerdote ruegue a Dios, y encomiéndese en las oraciones de los otros, para que su divina Majestad le inspire la interior necesidad de aquel paciente, y sepa acudir a ella con el debido espíritu.

 

 

POR EL M. R. P.

BALTASAR BOSCH DE CENTELLAS Y CARDONA

Clérigo reglar, Ministro de los enfermos.

(1866).


sábado, 12 de febrero de 2022

TRIDUO DE LOS AFLIGIDOS A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES.

 

Dispuesto por un devoto de la Inmaculada, y publicado en Mérida (Yucatán) por la Imprenta “Nueva” de Cecilio Leal en 1927, con licencia eclesiástica.





TRIDUO PARA QUE LOS AFLIGIDOS PIDAN EL REMEDIO DE SUS NECESIDADES A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

 

 

Puestos de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, se dice con devoción el siguiente:

  

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

   

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

 

   Eterno Dios y Señor, que por redimirme y salvarme de la tiranía del demonio derramaste tu preciosísima Sangre. ¡Ah Señor, qué mal he correspondido a tan grande beneficio! Muchos años empleados únicamente en servirte y amarte no serían suficientes para manifestar ni una mínima parte de gratitud que te debo por tan singular favor. ¡Desgraciado de mí que he olvidado que tú eres mi Creador y Redentor, que recompensas con bienes eternos nuestros pequeños servicios! ¡Oh Señor, cuánto siento haberte ofendido con mis potencias y sentidos, con mis palabras, obras y pensamientos! Quisiera morir de dolor de haberte agraviado empleando el tiempo tan mal, olvidado de Ti que eres el sumo bien de mi alma, el único objeto digno de mi amor. Pero, Señor, ya conozco mi maldad, ya conozco mi iniquidad, y confiado en tu bondad y misericordia, me postro humilde y contrito a tus pies, que tantos pasos dieron por mi remedio y te pido perdón de mis pecados. Sí, perdón te pido por tu sagrada vida, Pasión y muerte; perdón por tu Purísima Madre María Santísima. Dame tu gracia para que pueda perseverar en mis buenos propósitos, hasta que libre de las prisiones del cuerpo, vuele mi alma a alabarte en la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

ORACIÓN PARA LOS TRES DÍAS

 

 

   A ti, consuelo de los afligidos, a ti, Madre de piedad y de misericordia, a ti, de quien no se ha oído decir jamás que el que a ti acude, que el que confiado y con fe firme se acoge a tu patrocinio haya salido desconsolado. A ti dirijo mi trémula voz, mis fervientes súplicas, mis llorosos ojos se fijan en tu hermosa imagen, pidiéndote por el amor de tu Hijo divino el remedio de esta necesidad, de esta pena, que me tiene en continua angustia y sobresalto de esta aflicción que me devora, y que, aunque tú la conoces, quiero que mis labios te lo digan (Aquí se pide que se desea). ¿No escucharás mis ruegos? ¿No te moverá a compasión mi desgracia? Sí, Señora, tengo entero confianza y fe en que me concederás el remedio de mis penas. el consuelo de mis aflicciones y trabajos. Esto te pido y espero conseguir porque tu maternal Corazón se conmoverá con mis ruegos, y me alcanzarás lo que sea para mayor honra y gloria de Dios, tuya y bien de mi alma. Amén.

    

 

—Un Ave María, Gloria Patri y la siguiente invocación:

 

 

El consuelo en mi aflicción

Hoy te pido, Madre mía,

Concédemelo tú María,

Por tu limpia Concepción.

 

   

—Un Ave María, Gloria Patri y la siguiente invocación:

 

 

La más segura confianza

Anima mi corazón,

De que hoy serán terminadas

Mis penas y mi aflicción.

 

   

—Un Ave María, Gloria Patri y la siguiente invocación:

 

 

Eres Reina poderosa,

Madre llena de piedades,

Pues hoy mis necesidades

Remédialas bondadosa.

  

 

—Una Salve y luego la oración del día:



 

 DÍA TERCERO

 

ESPOSA INMACULADA DE DIOS

 ESPÍRITU SANTO, RUEGA POR

 NOSOTROS.

 


ORACIÓN

 

 

   ¡Castísima Esposa del Divino Amor! ¡Virgen pura e Inmaculada, que desde el primer instante de tu Concepción fuiste llena del Santo Espíritu de Dios! ¡Objeto preciosísimo de las complacencias del Altísimo!, que reuniendo en ti todas las virtudes, todas las excelencias y todos los dones que jamás criatura alguna tuvo ni tendrá, te concedió las prerrogativas más grandes y exquisitas, los privilegios más elevados y extraordinarios para que siendo la casta Esposa del Espíritu Santo, fueras también la Medianera entre Dios y los hombres, para que éstos sean animados y fortalecidos del mismo Santo Espíritu de amor y caridad ¡Oh bellísima María! Si los Ángeles y los Santos no pueden alabarte como mereces, ¿cómo podré yo hacerlo, siendo, ¡ay de mí!, miserable pecador, indigno aun de estar en tu presencia? Pero tú misma grandeza, tu misma majestad me inspira confianza porque a esa soberanía y magnificencia propia de la Esposa del Rey de todo lo creado, que tiene su asiento a la diestra del Omnipotente sobre los espíritus angélicos, que descubre con su vista perspicaz hasta lo más recóndito de los cielos, la tierra y los abismos, se junta la piedad, la misericordia, la bondad y la ternura más exquisita para con nosotros, pobres y desgraciados pecadores. Pues, Señora, postrado ante tu bellísima imagen de Lourdes, te llamo, invoco y requiero como a mi tierna Madre, como a mi insigne protectora; como a mi constante bienhechora, para que remedies los males que me afligen, para que calmes los rigores de tantas necesidades que me atormentan; que cese ya está (aquí se dice la necesidad) que no me da tregua ni descanso, para dedicarme al negocio importantísimo de mi salvación eterna. Ruega por mí, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo, para que consiga no solo el remedio de mis penas temporales, sino también que el mismo Santo Espíritu ilumine mi entendimiento, inflame mi voluntad y adorne mi alma con sus sacrosantos dones y todas las virtudes de que eres tan perfecto modelo. También te pido el remedio de las necesidades de la Santa Iglesia, las del Sumo Pontífice y autoridades eclesiásticas y seculares, el alivio en sus penas a las benditas almas que están en el Purgatorio, la paz y prosperidad de nuestra Patria. ¡Ea, Madre y Señora nuestra!, vuelve a nosotros tus bellísimos ojos, cúbrenos con el manto de tu protección para que seamos libres de tantos peligros que nos cercan, y de tantos males que nos afligen ¡Ah Señora mía!, Templo y sagrario inmaculado de la Santísima Trinidad, responde favorablemente a las súplicas que con firme fe y segura confianza te he dirigido humildemente en estos tres días agobiado del peso de mis necesidades espirituales y temporales; recibe benignamente mis afectuosas palabras, mis tiernos suspiros, mis amargas lágrimas derramadas por la vehemencia de mis aflicciones. No me desampares, Esposa inmaculada del Espíritu Santo asísteme en todos los instantes de mi vida y en el trance terrible de mi muerte para que fortalecido con tu presencia y haciendo un fervoroso acto de amor de Dios, vuele mi alma a gozar las eternas delicias de la gloria por toda la eternidad. Amén.

   

—Hoy se dice con mucha frecuencia, fe y esperanza: «¡María Inmaculada, Castísima Esposa de Dios Espíritu Santo! Concédeme lo que te he pedido».

  

 

   


LETANÍA CONCLUSIVA

  

Señora, Óyenos.

Señora, escúchanos.

 

Hija inmaculada de Dios Padre. Ruega por nosotros.

Madre inmaculada de Dios Hijo. Ruega por nosotros.

Esposa inmaculada de Dios Espíritu Santo. Ruega por nosotros.

Sagrario inmaculado de la Santísima Trinidad. Ruega por nosotros.

  

Relicario inmaculado del Verbo divino. Ruega por nosotros.

Templo inmaculado de la Divinidad. Ruega por nosotros.

Trono inmaculado del Hijo de Dios. Ruega por nosotros.

Corredentora inmaculada del género humano. Ruega por nosotros.

Reina inmaculada del cielo y de la tierra. Ruega por nosotros.

Eficaz auxilio de los cristianos. Ruega por nosotros.

Poderoso patrocinio de los desvalidos. Ruega por nosotros.

Insigne protectora de los atribulados. Ruega por nosotros.

Consuelo constante de los afligidos. Ruega por nosotros.

Remedio de todos los males. Ruega por nosotros.

Piadosa madre de los pecadores. Ruega por nosotros.

Refugio de los perseguidos. Ruega por nosotros.

Fortaleza de los débiles. Ruega por nosotros.

Tesoro de los necesitados. Ruega por nosotros.

Socorro de los adeudados. Ruega por nosotros.

Defensora y sostén de la Santa Iglesia. Ruega por nosotros.

Lirio inmaculado de los valles. Ruega por nosotros.

Emperatriz inmaculada de todo lo creado. Ruega por nosotros.

Reina inmaculada de los coros angélicos. Ruega por nosotros.

Heroína inmaculada de los Patriarcas. Ruega por nosotros.

Ideal inmaculado de los Profetas. Ruega por nosotros.

Maestra inmaculada de los Mártires. Ruega por nosotros.

Modelo inmaculado de los confesores. Ruega por nosotros.

Azucena inmaculada de las vírgenes. Ruega por nosotros.

Reina inmaculada de todos los santos. Ruega por nosotros.

Perla inmaculada concebido sin pecado original. Ruega por nosotros.

   

María inmaculada, Virgen purísima antes del parto; óyenos Señora.

María inmaculada, Virgen intacta en el parto; escúchanos Señora.

María inmaculada, castísima Virgen después del parto: ruega por nosotros.

 

 

. Ruega por nosotros, Inmaculada Madre de Dios.

. Para que seamos dignos de las gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo.

   

 

 

ORACIÓN

 

 

   Acógeme bajo tu amparo, Inmaculada María, para que los que te hemos dirigido estas preces. seamos libres de todo mal y peligros del alma y cuerpo, por Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo Santísimo. Amén.

  

 

En el nombre del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

 


TRIDUO DE LOS AFLIGIDOS A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES.

 

Dispuesto por un devoto de la Inmaculada, y publicado en Mérida (Yucatán) por la Imprenta “Nueva” de Cecilio Leal en 1927, con licencia eclesiástica.





TRIDUO PARA QUE LOS AFLIGIDOS PIDAN EL REMEDIO DE SUS NECESIDADES A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

 

 

Puestos de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, se dice con devoción el siguiente:

  

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

   

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

 

   Eterno Dios y Señor, que por redimirme y salvarme de la tiranía del demonio derramaste tu preciosísima Sangre. ¡Ah Señor, qué mal he correspondido a tan grande beneficio! Muchos años empleados únicamente en servirte y amarte no serían suficientes para manifestar ni una mínima parte de gratitud que te debo por tan singular favor. ¡Desgraciado de mí que he olvidado que tú eres mi Creador y Redentor, que recompensas con bienes eternos nuestros pequeños servicios! ¡Oh Señor, cuánto siento haberte ofendido con mis potencias y sentidos, con mis palabras, obras y pensamientos! Quisiera morir de dolor de haberte agraviado empleando el tiempo tan mal, olvidado de Ti que eres el sumo bien de mi alma, el único objeto digno de mi amor. Pero, Señor, ya conozco mi maldad, ya conozco mi iniquidad, y confiado en tu bondad y misericordia, me postro humilde y contrito a tus pies, que tantos pasos dieron por mi remedio y te pido perdón de mis pecados. Sí, perdón te pido por tu sagrada vida, Pasión y muerte; perdón por tu Purísima Madre María Santísima. Dame tu gracia para que pueda perseverar en mis buenos propósitos, hasta que libre de las prisiones del cuerpo, vuele mi alma a alabarte en la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

ORACIÓN PARA LOS TRES DÍAS

 

 

   A ti, consuelo de los afligidos, a ti, Madre de piedad y de misericordia, a ti, de quien no se ha oído decir jamás que el que a ti acude, que el que confiado y con fe firme se acoge a tu patrocinio haya salido desconsolado. A ti dirijo mi trémula voz, mis fervientes súplicas, mis llorosos ojos se fijan en tu hermosa imagen, pidiéndote por el amor de tu Hijo divino el remedio de esta necesidad, de esta pena, que me tiene en continua angustia y sobresalto de esta aflicción que me devora, y que, aunque tú la conoces, quiero que mis labios te lo digan (Aquí se pide que se desea). ¿No escucharás mis ruegos? ¿No te moverá a compasión mi desgracia? Sí, Señora, tengo entero confianza y fe en que me concederás el remedio de mis penas. el consuelo de mis aflicciones y trabajos. Esto te pido y espero conseguir porque tu maternal Corazón se conmoverá con mis ruegos, y me alcanzarás lo que sea para mayor honra y gloria de Dios, tuya y bien de mi alma. Amén.

    

 

—Un Ave María, Gloria Patri y la siguiente invocación:

 

 

El consuelo en mi aflicción

Hoy te pido, Madre mía,

Concédemelo tú María,

Por tu limpia Concepción.

 

   

—Un Ave María, Gloria Patri y la siguiente invocación:

 

 

La más segura confianza

Anima mi corazón,

De que hoy serán terminadas

Mis penas y mi aflicción.

 

   

—Un Ave María, Gloria Patri y la siguiente invocación:

 

 

Eres Reina poderosa,

Madre llena de piedades,

Pues hoy mis necesidades

Remédialas bondadosa.

  

 

—Una Salve y luego la oración del día:

 



DÍA SEGUNDO

   

MADRE INMACULADA DE DIOS HIJO,

 RUEGA POR NOSOTROS.

 

ORACIÓN

 

   ¡Oh María incomparable! ¡Oh dulcísima y amorosísima Madre de Dios! ¡A qué dignidad tan alta te elevó tu profunda humildad, tu pureza y todas las virtudes que adornan tu alma santísima! El supremo Señor de cielo y tierra te llenó de bendiciones desde la eternidad para que fueras la digna Madre del Verbo de Dios hecho hombre. Por eso el Arcángel Gabriel te dice «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres». ¡Oh Señora!, por el inefable gozo que tuviste en el día venturoso en que tomó carne humana el Hijo de Dios en tu purísimo vientre; por el inmenso regocijo que sentiste al verlo nacido, adorado y alabado de Ángeles, pastores y Reyes, encantándote con su bellísimo semblante, te ruego humildemente interpongas tus ruegos para alcanzar de tu Hijo benditísimo el remedio de mis necesidades espirituales temporales; que cese ya está (aquí se dice la necesidad) que me tiene en continuo sobresalto, sin darme tregua ni descanso, para atender al negocio importante de mi salvación eterna. ¡Ea, Reina poderosa y clemente!, ruega por nosotros. ¿Qué puedes pedir a tu sacratísimo Hijo que no te conceda al momento? Tú dispones en el cielo y mandas como Madre del Rey Eterno, absoluto Señor de todo lo que existe, y jamás podrá oponerse a tus deseos; pues siendo tan grande tu poder y siendo nuestra amorosa Madre, ¿me dejarás sin consuelo? ¿No remediarás mis necesidades? ¿No calmarás la angustia que me devora? Sí Señora, es imposible que no se mueva a piedad tu compasivo Corazón al verme postrado ante tu bellísima imagen de Lourdes, lleno de fe y confianza, y con una seguridad tal de conseguir lo que te pido que ya mi corazón está tranquilo, le alegría anima mi semblante, mi oprimido pecho se ensancha reanimado, porque estoy seguro, sí, muy seguro de que la Madre de Dios ha escuchado mis ruegos, ha pedido lo que solicito, y está concedido lo que deseo. ¡Oh Madre mía!, no puede ser de otro modo, cuando estoy cierto que jamás se ha oído decir que el que ocurre a tu patrocinio, implora tu auxilio y pide tu socorro, haya salido desconsolado: esto alego a mi favor y en ello confío para ser escuchado y atendido por ti, ¡oh Virgen pura y santa!, y que recibiendo el remedio de mis males temporales y también el de los espirituales, consiga la práctica de todas las virtudes, la perseverancia en la gracia y amistad de Dios hasta el último instante de mi vida, y la dicha de gozar la bienaventuranza por los siglos de los siglos. Amén.

   

 

—Hoy se repite con mucha frecuencia y con grande fe y confianza: «¡María, amantísima madre de Dios Hijo, concebida sin pecado, escúchame!».



LETANÍA CONCLUSIVA

  

Señora, Óyenos.

Señora, escúchanos.

 

Hija inmaculada de Dios Padre. Ruega por nosotros.

Madre inmaculada de Dios Hijo. Ruega por nosotros.

Esposa inmaculada de Dios Espíritu Santo. Ruega por nosotros.

Sagrario inmaculado de la Santísima Trinidad. Ruega por nosotros.

  

Relicario inmaculado del Verbo divino. Ruega por nosotros.

Templo inmaculado de la Divinidad. Ruega por nosotros.

Trono inmaculado del Hijo de Dios. Ruega por nosotros.

Corredentora inmaculada del género humano. Ruega por nosotros.

Reina inmaculada del cielo y de la tierra. Ruega por nosotros.

Eficaz auxilio de los cristianos. Ruega por nosotros.

Poderoso patrocinio de los desvalidos. Ruega por nosotros.

Insigne protectora de los atribulados. Ruega por nosotros.

Consuelo constante de los afligidos. Ruega por nosotros.

Remedio de todos los males. Ruega por nosotros.

Piadosa madre de los pecadores. Ruega por nosotros.

Refugio de los perseguidos. Ruega por nosotros.

Fortaleza de los débiles. Ruega por nosotros.

Tesoro de los necesitados. Ruega por nosotros.

Socorro de los adeudados. Ruega por nosotros.

Defensora y sostén de la Santa Iglesia. Ruega por nosotros.

Lirio inmaculado de los valles. Ruega por nosotros.

Emperatriz inmaculada de todo lo creado. Ruega por nosotros.

Reina inmaculada de los coros angélicos. Ruega por nosotros.

Heroína inmaculada de los Patriarcas. Ruega por nosotros.

Ideal inmaculado de los Profetas. Ruega por nosotros.

Maestra inmaculada de los Mártires. Ruega por nosotros.

Modelo inmaculado de los confesores. Ruega por nosotros.

Azucena inmaculada de las vírgenes. Ruega por nosotros.

Reina inmaculada de todos los santos. Ruega por nosotros.

Perla inmaculada concebido sin pecado original. Ruega por nosotros.

   

María inmaculada, Virgen purísima antes del parto; óyenos Señora.

María inmaculada, Virgen intacta en el parto; escúchanos Señora.

María inmaculada, castísima Virgen después del parto: ruega por nosotros.

 

 

. Ruega por nosotros, Inmaculada Madre de Dios.

. Para que seamos dignos de las gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo.

   

 

 

ORACIÓN

 

 

   Acógeme bajo tu amparo, Inmaculada María, para que los que te hemos dirigido estas preces. seamos libres de todo mal y peligros del alma y cuerpo, por Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo Santísimo. Amén.

  

 

En el nombre del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.