Necesidad de las cruces.
Todos los que quieren vivir virtuosamente según Jesucristo, han de padecer persecución, dice San Pablo: (II. Tim. III. 12).
Preguntaréis tal vez qué significan estas palabras, pues
muchas almas piadosas y cristianas observan tranquilamente y sin persecución
una vida santa. San Crisóstomo responde que por persecución debemos entender todas
las dificultades, los trabajos y dolores
que experimentan los que se aplican a la piedad, a causa de los esfuerzos que se ven precisados a hacer para poner un freno a
sus pasiones, practicar la
continencia, la humildad, la templanza, y aplicarse al servicio
y al amor de Dios. (Homil, de Cruce).
Jamás,
dice San León, faltan cruces ni persecuciones, si somos fieles
observadores de la virtud. Y como hemos de vivir en todo tiempo
piadosamente, añade este santo Doctor, también en todo tiempo hemos de llevar la cruz.
San Agustín dice que las almas fervientes sufren
por la mala vida do los impíos. (De
Morib).
Asi sucedía
con el Rey Profeta, que decía: Veíalos prevaricar y me consumía de
dolor: (CXVIII.158).
Por otra parte, las almas piadosas sufren
muchas veces las burlas que les dirigen
los impíos...
Pero por persecución es
preciso entender sobre todo las tentaciones del demonio. Por
esto dice el Eclesiástico: Hijo mío, cuando te dispongas a entrar al
servicio de Dios, persevera firme en la
justicia y en el temor, y prepara tu alma para la tentación: (II. 1). Es imposible, dice San Crisóstomo,
que el que hace la guerra a los malos espíritus esté al abrigo de las vejaciones:
(Homil, de Cruce). No le es lícito al atleta
de Dios buscar las delicias; no les es lícito a
los combatientes entretenerse en festines. Y la vida presente es un combate, una
lucha, una guerra, una persecución, un camino sembrado de lazos, una arena ardiente. Otra
época será la del reposo; el tiempo actual es el de las cruces......